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Enteógenos-Etimología

Enteógenos-Etimología Este es el artículo original donde Gordon Wasson, Jonathan Ott y otros investigadores propusieron el término ’enteógeno’ y las razones y argumentos que lo han afianzado para designar a este tipo de sustancias.
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Todas las lenguas se desarrollan junto con el pueblo que las habla, y toman prestados o inventan los términos que requieren para mantenerse al día, mientras desechan otros que ya no necesitan. A principios de los años sesenta se produjo una oleada de abusos en la ingestión de las llamadas drogas ’alucinógenas’ o ’psiquedélicas’, que en general fue observada con desconfianza y relacionada con las actividades de grupos delincuentes o subversivos. Fuera de las jergas de las varias subculturas, no existía una terminología adecuada para esta clase de drogas. Se acuñaron entonces palabras que dejaron ver en su génesis la incomprensión o los prejuicios de la época.
De entre los muchos términos Propuestos para designar esta clase única de drogas, en el habla común han sobrevivido sólo unos cuantos. En opinión de los autores de este artículo, ninguno de ellos merece seguir en uso, a menos que no nos importe perpetuar en nuestra lengua los errores del pasado.
Comunmente, por ejemplo, nos referimos a la alteración de las percepciones sensoriales como ’una alucinación’, y de ahí que la droga que ocasionaba tal cambio viniese a ser conocida como un ’alucinógeno’ [1]. Sin embargo, el verbo ’alucinar’ impone de inmediato un juicio de valor sobre la naturaleza de las percepciones alteradas, pues significa ’ofuscar, seducir o engañar, haciendo que se tome una cosa por otra’. Procede del latín [h]al[l]ucinari, ’divagar mentalmente o hablar sin sentido’, y en esa lengua es sinónimo de verbos que significan estar loco o delirar. Además, según parece, fue tomado del griego, donde forma parte de una familia de palabras que implican movimiento incesante y agitación perpleja, tal como la causada por el duelo y la desesperación. ¿Cómo puede un término semejante permitirnos comentar con imparcialidad esos trascendentes y beatíficos estados de comunión con las deidades que, según lo han creído muchos pueblos, la gente o los chamanes pueden alcanzar mediante la ingestión de lo que solemos llamar ’alucinógenos’?
Nota 1: El primero que utilizó en letras de imprenta los términos ’alucinógeno’ y ’alucinogénico’ fue Donald Johnson, un médico inglés, en un folleto titulado The Hallucinogenic Drugs [Christopher Johnson, Londres, 1953]. Sin embargo, Johnson tomó tal designación de tres médicos estadounidenses, Abram Hoffer, Humprey Osmond y John Smythies, que no la utilizaron en letras de molde sino hasta el año siguiente.
Otras designaciones son igualmente inadecuadas. Durante el primer decenio posterior al descubrimiento de la LSD, los hombres de ciencia que investigaban la influencia de tales drogas en los procesos mentales [casi todos ellos, es obvio, carecían de experiencia personal sobre sus efectos], tenían la impresión de que parecían inducir un estado próximo a la demencia y a la psicosis. De ahí el término ’psicotomiméticos’ [o ’psicomiméticos’], que fue acuñado para referirse a una droga que provocaba estados psicóticos. Hasta hace poco tiempo la psicología, que desde el punto de vista etimológico es el estudio del ’alma’ o del ’espíritu’, se ha ocupado solamente de las enfermedades mentales y de las desviaciones de la conducta, y todos los términos compuestos a partir de la raiz psico- conllevan esta connotación de enfermedad; psicótico, por ejemplo, no podría significar ’espiritual’. Osmond procuró hacer a un lado estas asociaciones adversas cuando propuso el vocablo ’psychedelic’ [’psiquedélico’, en castellano] [2], la única palabra inglesa que emplea la raiz anómala psyche- en lugar de psycho-, con la esperanza de que el término, diferente de ’psychotomimetic’, pudiera designar algo que ’muestra el alma’. Sin embargo, psychedelic no sólo es una formación verbal incorrecta, sino que ha llegado a estar en tal forma investida de connotaciones de la cultura pop de los años sesenta que es incongruente que un chamán tome una droga ’psiquedélica’. Es probable, además, que incluso la composición anómala de la palabra no alcance a evitar la confusión con las designaciones formadas a partir de la raiz psico-, de manera que causaría las mismas dificultades que ’psicotrópico’, que tiende a significar algo que nos ’lleva a estados psicóticos’ y no, simplemente, a una forma de percepción alterada.
Nota 2: En una carta a Humphry Osmond, fechada el 30 de marzo de 1956, Aldous Huxley proponía que la mescalina fuese llamada un ’phanerothyme’. Huxley escribió estas ingeniosas líneas:
To make this trivial world sublime,
Take a half a gram of phanerothyme
[Para hacer este trivial mundo sublime,
tome medio gramo de phanerothyme]
Osmond replicó con el siguiente dístico:
To fathom Hell or soar angelic
Just take a pinch of psychedelic
[Para penetrar en el infierno o tener un vuelo angélico
simplemente tome una pizca de psiquedélico]
Gran parte del crédito por la popularización del término psiquedélico debe concederse a Ralph Metzner y a Timothy Leary. En la primavera de 1963 se publicó en Cambridge, Massachusetts, el primer número de la Psychedelic Review cuyos editores eran Metzner, Osmond y Leary entre otros. La Psychedelic Review ya desapareció, pero el término se ha perpetuado en el título del Journal of Psychedelic Drugs. La extraña designación propuesta por Huxley no tuvo tan larga vida. La carta del escritor deja claro que para él significaba un ’manifestador del alma’. Sin embargo, la palabra griega thymos significa ’órgano de la pasión, el carácter y la ira’, y ’phanerothyme’ designaría una droga que haga manifiestas las emociones intensas.
En vista de lo anterior, queremos sugerir un vocablo nuevo, que podría resultar apropiado para referirse a las drogas cuya ingestión altera la mente y provoca estados de posesión extática y chamánica. En griego, entheos significa literalmente ’dios [theos] adentro’, y es una palabra que se utilizaba para describir el estado en que uno se encuentra cuando está inspirado y poseído por el dios, que ha entrado en su cuerpo. Se aplicaba a los trances proféticos, la pasión erótica y la creación artística, así como a aquellos ritos religiosos en que los estados místicos eran experimentados al través de la ingestión de sustancias que eran transustanciales con la deidad. En combinación con la raiz gen-, que denota la acción de ’devenir’, esta palabra compone el término que estamos proponiendo: enteógeno.
Nuestra designación es fácil de pronunciar. Podemos hablar de enteógenos o, como adjetivo, de plantas o sustancias enteogénicas. En un sentido estricto, sólo aquellas drogas que producen visiones y de las cuales pueda demostrarse que han figurado en ritos religiosos o chamánicos serían llamados enteógenos; pero en un sentido más amplio, el término podría también a otras drogas, lo mismo naturales que artificiales, que inducen alteraciones de la conciencia similares a las que se han documentado respecto a la ingestión ritual de los enteógenos tradicionales.
Carl A. P. Ruck, Jeremy Bigwood, Danny Staples, Jonathan Ott y R. Gordon Wasson.
Publicado en el Journal of Psychedelic Drugs, vol. II, núms. 1 y 2, enero-junio de 1979
Traducido por Felipe Garrido y recogido en ’El Camino a Eleusis’,
libro de R. Gordon Wasson, Albert Hofmannn y Carl A. P. Ruck
publicado por el FONDO DE CULTURA ECONOMICA en su colección Breviarios, número 305
http://www.tempusfungui.com/one_news.asp?IDNews=43&IDCategory=21
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