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gnosis-1-

Gnosis-1-

Gnosis, gnósticos y gnosticismos. -I-
Gnosticismo
Doctrina filosófica difundida entre varias sectas religiosas, mezcla
de creencias cristianas, judías y orientales, que, desde los primeros
tiempos de la Iglesia católica, aspira al conocimiento intuitivo de
las cosas divinas: el gnosticismo tiene un componente mistérico que le
hace muy atractivo para el vulgo indocto.
Suele entenderse habitualmente por "gnosticismo" en su sentido más
amplio una doctrina según la cual es posible conocer alguna realidad
en sí, última o absoluta. Quienes son partidarios de esta doctrina son
llamados "gnósticos". En este sentido, el gnosticismo se opone al
agnosticismo y los gnósticos son lo contrario de los agnósticos. En un
sentido más restringido, el término "gnosticismo" es usado para
nombrar las doctrinas llamadas "gnosis" que se extendieron en el mundo
antiguo especialmente a partir del siglo II d.C. Esta gnosis de la
época de los Antoninos y de la ancha paz romana fue la gnosis clásica,
cuyos representantes son los gnósticos más conocidos: Basílides,
Valentino y Ptolomeo. Todos los demás serán considerados gnósticos por
referencia a la especulación filosófica y teológica de aquellos
grandes maestros. Así, por ejemplo, las corrientes gnósticas que
sobrevivieron subterráneamente y que emergieron a la superficie
durante la Edad Media bajo formas distintas de herejía y luego con la
Reforma. Místicos como Jacob Boehme y visionarios radicales como
George Fox, que muy probablemente desconocían la tradición gnóstica,
expresaron interpretaciones análogas de la experiencia religiosa
gnóstica. No deben considerarse gnósticos la gran mayoría de los
movimientos que surgieron de la Reforma, como el bautista,
pentecostal, metodista, episcopaliano, congregacionalista,
presbiteriano o cuáquero, puesto que se mantuvieron dentro del marco
básico de la ortodoxia establecido en el siglo II, al considerar los
escritos del Nuevo Testamento como únicas fuentes autorizadas, y
aceptar el credo ortodoxo y retener los sacramentos cristianos incluso
en los casos en que alteraban su forma y su interpretación.
Los gnósticos elaboraron grandes sistemas teológico-filosóficos
mezclando elementos procedentes del platonismo con doctrinas
cristianas y tradiciones judías y orientales. Las dos fuentes
principales del gnosticismo: la especulación filosófica griega de la
decadencia y el cristianismo, dan lugar a un doble vector hermeneútico
que se ha mantenido constante en la interpretación del gnosticismo en
la historiografía. Para algunos el gnosticismo es una filosofía
cristiana o, por lo menos, un intento de ella. Ésta es la opinión
defendida por Harnack, que no se halla muy lejos de la idea sustentada
por Plotino, quien en su tratado contra los gnósticos no distinguía
entre ellos y los cristianos, y los sume a todos en un común
sentimiento antihelénico. Para otros, en cambio, el gnosticismo es una
manifestación interna del pensamiento antiguo de la decadencia, que
precisamente aprovecha para su constitución los elementos que le
aporta el cristianismo y los aparentes conflictos entre la Antigua y
la Nueva Ley. Ninguna de las dos fuentes pueden eliminarse en la
interpretación del gnosticismo; por ello hay que considerarlo en
general como uno de los intentos de salvación por el saber que
abundaron tan pronto se abandonó la vía estrictamente intelectual.
Todos estos significados usuales se precisaron en gran parte en el
Congreso sobre gnosticismo celebrado en Mesina en el año 1966. En este
congreso, según José Monserrat Torrets, se llegó a un pacto sobre el
uso científico de los términos "gnosis" y "gnosticismo" y se propuso
evitar el uso indiferenciado de los términos "gnosis" y "gnosticismo".
Se reservó el término "gnosticismo" para aludir a cierto grupo de
sistemas del siglo II d.C., identificables a través de los métodos
histórico y tipológico, que habían sido designados con ese nombre
tradicionalmente. Se propuso, en cambio, concebir la "gnosis" como
conocimiento de los misterios divinos reservado a una élite. Sobre los
caracteres del gnosticismo de las sectas del siglo II se llegó a la
conclusión de que la siguiente formulación puede resumirlas
adecuadamente: hay en el hombre una centella divina procedente del
mundo superior, caída en este mundo sometido al destino, al nacimiento
y a la muerte; esta centella debe ser despertada por la contraparte
divina de su yo interior para ser, finalmente, reintegrada a su
origen. Frente a otras concepciones de la degradación de lo divino,
ésta se funda ontológicamente en un concepto particular de
degradación, cuya periferia, llamada con frecuencia sophía o ennota,
debía entrar fatalmente en crisis e indirectamente dar origen a este
mundo del que, por otra parte, no puede desinteresarse, puesto que ha
de recuperar el pneuma que en él se encuentra.
Sobre el tipo de gnosis que implica el gnosticismo dijeron que éste se
halla condicionado por un cierto número de fundamentos ontológicos,
teológicos y antropológicos. No toda gnosis es gnosticismo, sino tan
sólo aquélla que, en el sentido ya expresado, implica la idea de una
connaturalidad divina de la centella que debe ser reanimada y
reintegrada; esta gnosis del gnosticismo comporta la identidad divina
del cognoscente (el gnóstico), de lo conocido (la substancia divina de
suyo trascendente) y del medio por el cual conoce (la gnosis como
facultad divina implícita que debe ser despertada y actuada). Esta
gnosis es una revelación-tradición de tipo distinto, sin embargo, que
la revelación-tradición bíblica e islámica.
Estado de la cuestión en la investigación.
Los primeros investigadores sobre los gnósticos fueron sus
contemporáneos. Tratando de demostrar que el gnosticismo
era en esencia no cristiano, los heresiólogos encontraron sus
orígenes en la filosofía, la astrología, las religiones misteriosas
y la magia griegas, e incluso en fuentes indias. A menudo
pusieron de relieve, satirizándolos, los elementos raros que
aparecen en algunas formas de mitología gnóstica. Así,
Tertuliano se burló de los gnósticos por crear cosmologías
complicadas con cielos de varios pisos, como los bloques de
viviendas, con una habitación sobre otra y destinada a cada dios
por medio de tantas escaleras como herejías había.
La historiografía crítica del gnosticismo se abrió en el siglo XIX
con los trabajos de Neander (1818), Matter (1818), Gieseler
(1830), F. Ch. Baur (1835) y Scherer (1841). Estos autores se
caracterizaron por reaccionar contra una visión del gnosticismo
del siglo II demasiado ceñida a los datos que proporcionaban
los heresiólogos cristianos y por atribuirle un origen oriental:
Persia, Mesopotamia, India, etc.
En 1860, R. A. Lipsius estableció el carácter sistemático que
subyace al abigarramiento de los mitos gnósticos. Por ello,
desde finales del siglo pasado, algunos investigadores como
Joel (1880), Weingarten (1881), Harnack (1873 y 1886) y
Hilgenfeld (1884) sostuvieron el origen greco-helenístico del
gnosticismo, aportando en su caso diversos correctivos, tales
como influencias mistéricas, orientales, etc. El uso de este
método comparativo, a la vez que abrió importantes
perspectivas en la investigación, aportó considerable confusión,
ya que no cuidó una precisa elaboración de los conceptos. Adolf
von Harnack, que basó sus investigaciones principalmente en
los padres de la iglesia, consideró el gnosticismo como una
herejía cristiana. En 1894 Harnack escribió que los gnósticos, al
interpretar la doctrina cristiana en términos de la filosofía griega,
en cierto sentido se convirtieron en los primeros teólogos
cristianos. Pero, según Harnack, al hacerlo deformaron el
mensaje cristiano y propagaron formas falsas, híbridas, de las
enseñanzas cristianas: lo que él denominó "la aguda
helenización del cristianismo". El erudito británico Arthur Darby
Nock se mostró de acuerdo en considerar el gnosticismo como
una especie de platonismo vuelto al estado silvestre. Otros
historiadores consideraron que, lejos de ser una herejía
cristiana, en sus orígenes el gnosticismo fue un movimiento
religioso independiente. Anz (1897) y Dieterich (1891) fueron
precursores de Bousset (Hauptprobleme der Gnosis, 1907) y
Reitzenstein (1904, 1910, 1921), quienes dentro del ámbito
sincretista-comparatista fueron del gnosticismo a la gnosis
buscando el origen de los sistemas gnósticos del siglo II en
remotas corrientes orientales. Wilhelm Bousset, que siguió la
pista del gnosticismo hasta fuentes antiguas de Persia y
Babilonia, declaró que el gnosticismo era ante todo un
movimiento precristiano que tenía raíces en sí mismo. Por
consiguiente, había que entenderlo en sus propios términos, y
no como un vástago o subproducto de la religión cristiana. El
filólogo Richard Reitzenstein se mostró de acuerdo con
Bossuet, pero argumentó además que el gnosticismo derivaba
de la antigua religión iraniana y se hallaba bajo la influencia de
las tradiciones zoroastrianas. Otros, entre los que se incluía el
profesor M. Friedlander, mantuvieron que el origen del
gnosticismo estaba en el judaísmo: los herejes a los que
atacaron los rabinos en los siglos I y II eran, según Friedlander,
gnósticos judíos.
Como consecuencia de la desenfadada actitud de estos
comparatistas, una serie de historiadores de las religiones se
dedicaron a buscar un punto de apoyo más sólido que la mera
constatación de paralelismos y coincidencias por eruditos que
fueran. Así es como apareció el método fenomenológico
aplicado desde un punto de vista histórico-religioso. Los
representantes de esta corriente percibieron una serie de
actitudes existenciales propias de todas las gnosis y estudiaron
luego sus diversas manifestaciones, pero sin establecer
genealogías apriorísticas. Los más destacados representantes
de este grupo fueron H. Jonas, H. Ch. Puech, Widengren,
Bultmann y Pétrement. Tanto estos comparativistas como los
fenomenólogos trabajan sobre un concepto de gnosis muy
extenso que abarca las religiones de salvación orientales, el
judaísmo, el cristianismo y sus sectas, el mandeísmo, el
maniqueísmo y otros grupos árabes y cristiano-medievales.
Jonas incluye también a Orígenes y Plotino. Defensores del
origen predominantemente helenístico del gnosticismo, como
E. de Faye, insistieron en su punto de vista, y algunos de ellos
como Leisegang (1924) afirmaron que, si bien los contenidos
proceden de Oriente, su forma de pensar es totalmente griega,
rastreable hasta los presocráticos.
En 1934 aparecieron las obras de Hans Jonas y de Walter
Bauer. Hans Jonas se apartó del problema de las fuentes
históricas del gnosticismo preguntándose por su origen
existencial. Jonas sugirió que el gnosticismo habría nacido de
cierta actitud ante la existencia. Señaló que la apatía política y el
estancamiento cultural del imperio de Oriente durante los dos
primeros siglos de esta era coincidieron con la entrada de la
religión oriental en la cultura helenística. Para Jonas, muchas
personas se sintieron en esa época profundamente ajenas al
mundo en que vivían y deseaban una salvación milagrosa como
medio de escapar del encierro de la existencia política y social.
Jonas reconstruyó una visión gnóstica del mundo: una filosofía
del pesimismo acerca del mundo combinado con un intento de
autotrascendencia. Walter Bauer publicó una visión muy distinta
del gnosticismo al reconocer que el movimiento cristiano
primitivo era mucho más diverso de lo que las fuentes
ortodoxas querían indicar. Para él, las manifestaciones de la
vida cristiana que los autores de la iglesia repudiaban por
considerarlas herejías en principio no eran tal cosa, sino que
constituían las únicas formas de la nueva religión, es decir, del
cristianismo. Los eruditos británicos H. E. W. Turner y C. H.
Roberts criticaron a Bauer por simplificar excesivamente la
situación y por no tomar en cuenta los datos que no encajaban
con su teoría.
El descubrimiento de la biblioteca gnóstica de Nag-Hammadi,
en 1946, despertó grandes esperanzas entre los
investigadores, al pensarse que por fin se podría tener acceso a
textos gnósticos originales; sin embargo, poco a poco se fue
cayendo en la cuenta de que su interés estaba más en permitir
una tipología de la gnosis que en posibilitar una historia del
propio gnosticismo. La primera tarea respecto a la biblioteca
consistió en preservar, editar y publicar los textos encontrados.
Un equipo internacional de eruditos, en el que estaban
incluidos A. Guillaumont y H. Ch. Puech (Francia), G. Quispel
(Países Bajos), W. Till (Alemania) e Y. ’Abd al Masih (Egipto),
colaboró en la publicación del Evangelio de Tomás en 1959.
Muchos de ellos trabajaron con M. Malinine de Francia, R.
Kasser de Alemania, J. Zandee de los Países Bajos y R. McL.
Wilson de Escocia en la edición de los textos del códice I.
James M. Robinson, secretario del Comité Internacional para
los Códices de Nag Hammadi, organizó un equipo de
estudiosos de Europa, Canadá y los Estados Unidos para
preparar la edición facsímil de fotografías y una edición erudita y
completa de todo lo hallado, en copto y en inglés. Robinson
envió copias de los manuscritos y las traducciones a colegas
de Berlín. Allí, miembros del Berliner Arbeitskreis fur
koptischgnostiche Schriften (Grupo de Trabajo Berlinés para los
Textos Copto-Gnósticos), círculo que incluye a estudiosos tan
eminentes como los profesores H. M. Schenke, K. M. Fischer y
K. W. Troger, prepararon ediciones de los textos en copto y
alemán, numerosos comentarios, libros y artículos. La Nag
Hammadi Bibliography, publicada por D. M. Scholer y
actualizada por medio de suplementos que se publican
regularmente en la revista Novum Testamentum, incluye
actualmente casi 4.000 libros, ediciones, artículos y reseñas
publicadas en los últimos treinta años sobre la investigación de
los textos de Nag Hammadi.
Estas investigaciones han demostrado que gran parte de la
literatura encontrada en Nag Hammadi es claramente cristiana;
otros de los textos muestran escasa o ninguna influencia
cristiana, unos pocos se derivan principalmente de fuentes
paganas y puede que no tengan nada de gnósticos, y otros
utilizan extensamente las tradiciones judías. Por este motivo, el
estudioso alemán C. Colpe ha expresado dudas en torno a la
búsqueda de los orígenes del gnosticismo por parte de los
historiadores, ya que este método conduce a un retroceso
potencialmente infinito de orígenes aún más remotos sin
aportar mucho a la comprensión de qué sea realmente el
gnosticismo. Por ello varios estudiosos han buscado
recientemente el impulso para el desarrollo del gnosticismo en
acontecimientos o experiencias concretos, y no en sus orígenes
culturales. R. M. Grant ha sugerido que el gnosticismo apareció
como reacción ante la destrucción de las opiniones religiosas
tradicionales judías y cristianas después de que los romanos
arrasaran Jerusalén en 70 d.C. Quispel propuso que el
gnosticismo tuvo su origen en una experiencia del yo
potencialmente universal proyectada hacia la mitología
religiosa. Jonas ha ofrecido un esquema tipológico que
describe el gnosticismo como una clase específica de visión
filosófica del mundo. El erudito británico E. R. Dodds caracterizó
el gnosticismo como un movimiento cuyos escritos procedían
de la experiencia mística. Gershom Scholem está de acuerdo
con Dodds en que el gnosticismo entraña especulaciones y
prácticas místicas.
Hoy día las investigaciones sobre la biblioteca de Nag
Hammadi se hallan divididas en tres vectores principales. El
primero se ocupa de la relación entre el gnosticismo y la
filosofía helenística. Entre los que contribuyen a este aspecto de
la investigación están Hans Jonas, A. D. Nock, A. H. Armstrong,
Bentley Layton, de la Universidad de Yale, y Harold Attridge, de la
Southern Methodist University. Por otro lado, Morton Smith, de la
Universidad de Columbia, estudia las fuentes que dan señales
de prácticas mágicas.
Una segunda corriente, que en gran parte iniciaron J. M.
Robinson y H. Koester, estudia los textos gnósticos desde el
punto de vista literario y de la crítica formal, y explora la riqueza
de simbolismo de los textos gnósticos. El estudioso francés M.
Tardieu ha analizado los mitos gnósticos y L. Schottroff ha
investigado las crónicas gnósticas de las fuerzas del mal. P.
Perkins ha investigado tanto el género como las imágenes,
George MacRae ha contribuido a la comprensión de las
metáforas, de los mitos y de las formas literarias gnósticas;
MacRae y otros, incluyendo a Quispel y a B. A. Pearson, han
demostrado cómo ciertos mitos gnósticos se inspiraron en
tradiciones del judaísmo.
Una tercera dirección investigadora, que a menudo coincide con
la segunda, explora la relación del gnosticismo con el ambiente
religioso de su época. Scholem, MacRae, Quispel y Pearson
han demostrado que algunas fuentes gnósticas se refieren
extensamente a la tradición judía, otros buscan la respuesta a
la pregunta sobre lo que los textos gnósticos dicen sobre los
orígenes del cristianismo. Entre los numerosos eruditos que
han participado en esta investigación se cuentan R. M. Grant, E.
Yamauchi y Elaine Pagels, en los Estados Unidos; R. McL.
Wilson en Escocia; G. C. Stead y H. Chadwick en Inglaterra; W.
C. van Unnik en los Países Bajos; H.-Ch. Puech y el doctor S.
Petrement en Francia; S. Arai en Japón; J. Ménard y F. Wisse en
Canadá; y, en Alemania, además de los miembros del Berliner
Arbeitskreis, A. Bohlig y K. Koschorke. En España, el
descomunal trabajo de Antonio Orbe (1955-1964) consolidó
definitivamente la importancia filológica de los estudios sobre
gnosticismo y reconstruyó la complejidad del sistema filosófico-
teológico de los valentinianos, poniendo de relieve su íntima
coherencia y su carácter racional. La racionalidad del
pensamiento gnóstico, y del valentinismo en particular, en
conexión con su carácter fundamentalmente helenístico, ha
seguido encontrando adeptos: Schneider, Kramer, Boyancé,
Crahay, Eltester, Festugiere, C. J. de Vogel, Langerbeck, etc. A
partir de los años cincuenta se impuso una orientación más
histórico-filológica. Se censuró a los fenomenólogos en
general, y a Jonas y a Bultmann en particular, su excesiva
dependencia de las concepciones existencialistas
especialmente heideggerianas. Se ofreció como alternativa un
atenimiento analítico más riguroso a los textos y al contexto
histórico.
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